miércoles, 14 de julio de 2010

Séptimo sueño: introspección

   

Entrar dentro de sí para disfrutar de ficciones que disparan en diferentes direcciones como cuando un niño observa, maravillado, una serpiente que se ha comido a un elefante en un libro lleno de dibujos. Entonces, uno hace un trazo con el lápiz que parece ser un sombrero para enseñarlo y así buscar cómplices. Lo que en el niño funciona como una gracia en el adulto define una constelación compleja de sentimientos. A la imaginación no hay nunca que abandonarla, es cierto. Y si uno decidió dejarla cuando se aproximaban los 14 años, retomarla después de los 24 ya no es posible, como alguna vez dijo un poeta. ¿Pero por qué suponer siempre que es mejor retirar el cuerpo adulto y asumir el puesto de un observador infantil? El límite que señalaría hacia la existencia de un lugar privilegiado para la contemplación no es otro que aquel del observador desinteresado. Del observador que mira como si, a su vez, el tener un punto de vista interesado, por ejemplo, apoyado en la condición política o sexuada de su propia mirada fuera un vicio ideológico y estético. Un lugar que permitiría desplegar la mirada como si se tratara de un inocente y fascinante radar sensible. El cuerpo del niño, es obvio, no es igual al del adulto. Lo que en este es gracia e imaginación liberada en aquel se convierte en un fluido complejo y contradictorio: fuente de autoridad pero también de su contrario, esto es, de dogmatismo ideológico y estereotipo de costumbres. Si la frase "La imaginación al poder" ha sido considerada un lema libertario, es porque presenta dicha complejidad en nuevos términos. 


Interpongamos una acción de Habeas corpus contra esta experiencia de la "interioridad" apoyada en la imaginaria o real psicología infantil. De aquella creencia en la superioridad de la mirada del niño. Busquemos, literalmente, "salvar el cuerpo" adulto. Salvarlo de algo extraño e informe que dicha imaginación "subjetiva" lleva consigo, me digo a mí mismo. Existe, por el contrario, una imaginación "otra" que, como la vida, solo contempla participando o participa contemplando. La figura del observador adulto, cuya mirada es tan desinteresada como la de un niño, se asemeja más a una fantasía puritana que a una forma de la ingenuidad. Y así, esta otra posibilidad estaría al alcance con la condición de aprender a llevar la actividad de la imaginación subjetiva hasta el límite mismo de lo sublime para llegar, de pronto, a un anclaje súbito e intempestivo. Uno que bajo la forma de un poema o de alguna otra cosa nos devuelve la mirada hacia ciertos lugares cada vez más efímeros y menos permanentes. La levedad como un equilibrio precario, acaso intermitente, pero tangible y cercano.


Dibujo: Autorretrato, archivo de Trecemonos, 1991. [El dibujo ha sido hecho a partir de una foto, pero es bastante antiguo, tanto como la foto].

No hay comentarios:

Publicar un comentario