Una interesante escena de vanguardia surge en el Perú hacia fines de 1978 y eclosiona con gran suceso en julio de 1979. Resulta importante elaborar, a través de la observación y del análisis, el conjunto de nuevas evidencias fotográficas que han aparecido recientemente acerca de dicha escena. En Lima, desde marzo de 1979, un grupo de amigos y artistas habían decidido llamarse Paréntesis. Ellos convocan, para el fin de semana que coincide con las fiestas patrias (28 de julio) de ese año, a todo el que quisiera sumarse, a un festival de «arte total». Y para ello toman la Plaza Municipal del distrito de Barranco y sus alrededores, en donde vivían; mientras el taller de Paréntesis (que por entonces quedaba en Pedro de Osma 112) se convierte en el centro de operaciones de los acontecimientos.
Las fotografías de Rolf Knippenberg de este festival de «arte total», Contacta'79, cuyo archivo consta de 15 películas de 36 imágenes cada una, plantean la existencia de un conjunto de documentos visuales que se ofrecen para nuevas lecturas. Knippenberg, por entonces un joven alemán que se dedicaba a la enfermería, había llegado al Perú en calidad de turista. La energía de la escena local y la convocatoria de Paréntesis para participar del festival, vital y desinteresada, pronto llamaron su atención. Sin ser un fotógrafo profesional, pero con una idea de registro que los artistas locales aún no hacían suya del todo, Knippenberg no pudo evitar documentar aquello que atraía tanto su mirada. Estas fotografías permiten plantear nuevas interpretaciones tanto de las «obras» que se hacían dentro del taller como de aquellas otras que tomaron la calle por asalto.
Las fotografías de Rolf Knippenberg de este festival de «arte total», Contacta'79, cuyo archivo consta de 15 películas de 36 imágenes cada una, plantean la existencia de un conjunto de documentos visuales que se ofrecen para nuevas lecturas. Knippenberg, por entonces un joven alemán que se dedicaba a la enfermería, había llegado al Perú en calidad de turista. La energía de la escena local y la convocatoria de Paréntesis para participar del festival, vital y desinteresada, pronto llamaron su atención. Sin ser un fotógrafo profesional, pero con una idea de registro que los artistas locales aún no hacían suya del todo, Knippenberg no pudo evitar documentar aquello que atraía tanto su mirada. Estas fotografías permiten plantear nuevas interpretaciones tanto de las «obras» que se hacían dentro del taller como de aquellas otras que tomaron la calle por asalto.
Y lo que cualquier observador desprevenido observa es que, además de ser inclusivo y democrático (por ejemplo en la aceptación de los participantes), el festival exhibió imágenes y objetos de géneros tradicionales del arte como la pintura y la escultura pero también de lo que escapaba a esta denominación. Ellos mismos llamaron, a estos extraños trabajos, «arte no catalogado». Así se dio un nombre a un conjunto de prácticas que, para quienes las creaban y diseñaban, aún no lo tenía. Las acciones, ensamblajes y situaciones creadas por Paréntesis fueron efímeras, algunas duraron uno o dos días y aún no se tiene claridad acerca del asunto. Más aún lo que se percibe es, respecto de este arte que no es ni pintura ni escultura, una suerte de enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los íconos y los rituales de nuestra cultura. Íconos que se ocupan de aspectos que van desde lo religioso hasta lo nacional, pasando por lo más cotidiano de nuestras prácticas y costumbres.
«Somos libres, seámoslo» fue el lema del festival. La banda que lleva puesta la figura griega femenina (ícono del Parque Municipal de Barranco) enuncia una pregunta que podría formularse así: ¿Son los griegos nuestra antigüedad? El presente, que se vislumbra republicano, permite hacernos cómplices del espíritu de Paréntesis. Así, al tomar una frase de la letra del himno nacional y convertirla en un imperativo ¡Somos libres, seámoslo!, se interpela a cualquier ciudadano para exigirle una toma de posición. Es una exigencia, un reclamo de mayoría de edad. Un estallido que exige respuestas. Pero ¿Por qué sacar en procesión a un Torito de Pucará?¿Por qué improvisar un anda para hacerlo?, ¿Por qué llevarlo hacia una Iglesia?¿No resulta acaso este torito más andino y criollo que moderno y republicano? Y los íconos de lo nacional ¿cuánto de este sentido de lo ritual poseen? ¿Invitan nuestras instituciones, acaso, a creer involuntariamente en la tutela de lo tradicional?
Por primera vez resulta posible observar, literalmente, cómo dicha iconografía involucra un discurso crítico. Y cómo dicho discurso asume ciertas semejanzas pero también diferencias respecto del conceptualismo latinoamericano de la época. Así mismo, respecto del conceptualismo hegemónico. Incluso, y esto es lo interesante, diría que es la heterogeneidad misma de lo planteado frente a este mainstream en donde radica la mayor fuerza de Paréntesis. Se trata de las pautas que dicho colectivo da, acerca de cómo se elabora entre nosotros la relación entre el ícono y el ritual, las que pueden considerarse en términos de una "donación".
Un ícono es aurático si involucra a la colectividad. Es decir, aurático en el sentido de una imagen con una carga de aprecio y de aceptación por parte de la mayoría. Una aceptación acaso vinculada a la tradición. Pero , paradójicamente, un ícono es también un ídolo de la tribu, como dirían los filósofos. Un anclaje y una atadura que distrae la mirada y, a veces, con su presencia, impide ver lo nuevo. Es decir, contiene tanto de verdad como de falsedad: articula el sentido común y la sensibilidad pero, también, puede distorsionarla. Esto si no somos capaces de situarnos frente a él. Paréntesis nos exige situarnos frente a la tradición de una manera nueva, distinta a lo acostumbrado. Así, Paréntesis resulta como una lluvia de ideas para hacer frente, como sociedad, a nuestros más queridos y temidos lugares comunes.
[La primera imagen es el afiche de la exposición en la galería [e]Star, 30 años no es nada/Paréntesis-Contacta '79/Fotos Rolf Knippenberg. Lima, junio de 2010, archivo de la galería. Fue diseñada por Fernando Bedoya y Rolf Knippenberg, con ocasión de la exposición. La segunda imagen es del archivo de Rolf y corresponde a la acción El becerro de oro, cuyo proyecto fue de Fernando Bedoya, realizada en Contacta '79 el domingo 29 de julio de ese año. La tercera imagen es, también, del archivo de Rolf, allí se distingue, de izquierda a derecha, a Mercedes Idoyaga (Emei), Fernando Bedoya, Nora Vilaseca y Dean Favre. Ellos están en el Parque Municipal de Barranco que en esa época exhibía interesantes setos con formas diversas.]
interesante recuento, ojalá se vuelva a mostrar ese importante archivo.
ResponderEliminarque pasò? y el periòdico para cuando? Coco Bedoya.
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