domingo, 13 de marzo de 2011

Octavo sueño: las utopías




Pocas entidades han cambiado tanto como las utopías. Estas fueron, en su momento, acaso, la promesa de la felicidad futura: imaginar un modo en el que el sistema social pudiera organizar, de una manera justa, la vida humana. Así, con La República de Platón, se plantea la existencia imaginaria de un sin lugar: el reino del filósofo gobernante. Uno de los aspectos en los que se ha reparado poco es en distinguir, de forma clara, el género literario de este interesante libro. Se ha dicho, por ejemplo, que este libro se plantea como una declaración y un tratado político en contra de la "sociedad abierta". Una cuya capacidad ideológica y material se caracteriza, precisamente, por la de estar abierta: hacia el futuro, hacia otras culturas, hacia otros mercados, etcétera. Es decir, una sociedad cuya propiedad democrática para autorregularse está siempre por encima de sus posibles crisis. La sociedad imaginada por Platón, dicen estos críticos, califica a su creador como un enemigo de la democracia. Sin embargo, en mi opinión, antes que un tratado filosófico político, resulta ser, más bien, el primer alegato de un narrador que piensa las cosas como un poeta de la ciencia ficción.  



La vista ya no distingue, como en las figuras que pueblan los mitos de algún paraíso, la personalidad de los dioses. Tampoco la de los héroes. La figura del artista, depositaria de las viejas utopías, sacude, mientras camina en soledad, la orilla de la Costa Verde . Se trata de una figura menos melancólica que la del sorprendido filósofo, por supuesto, a quien la modernidad había desplazado de su antiguo puesto de gobernante. La claridad ahora está anclada en el punto de vista y ya no en lo representado. A la izquierda, un rosario que se sacude con el movimiento del auto permite fijarlo. Me refiero, por supuesto, al punto de vista. Un punto de vista que se desplaza junto con la vivacidad del instante. Un sistema no inercial cuyo origen de coordenadas resulta claro, diría un físico contemporáneo. Pero, resulta evidente también, dicha claridad no se traslada a la imagen misma. Por ello, aquí, poco importa quien sea la persona que, impávida, sigue la pista de una búsqueda ignorada: una utopía posible. Tampoco si alegoriza las ansias de un colectivo de personas que, a la antigua usanza romántica, quiera proponerse como vanguardia.  


¿Quién propone toda esta actividad tan cercana al sol?¿Cuánto de azar tiene que, en el contexto internacional, en la década de 1950, hayan aparecido nuevas vanguardias que, en la siguiente década, abortarían nuevos proyectos utópicos? ¿No es acaso contingente que, en el Perú, luego de la dictadura militar, reformista y de izquierdas, nuestras vanguardias de la década de 1970 hayan tomado a Platón, para realizar una crítica de la ideología de los íconos nacionales y religiosos?¿Cómo olvidar a La Jetée, de Chris Marker, el documentalista francés con seudónimo de gringo, quien narra una interesante utopía negativa tan distinta a las "distopías" de origen anglosajón?La poesía, que estimula la figura de aquel que camina sin rumbo fijo, asume el sueño y su energía psíquica para viajar, a través de las representaciones de sus experiencias vividas, hacia momentos precisos de la historia humana y de su historia personal. Ha pasado su vida soñando con la imagen de un aeropuerto: de niño había sido testigo de la muerte de un entrañable personaje que era acribillado por la policía. La destrucción de la ciudad había venido del lado de un complot terrorista. Los científicos agotan métodos para viajar al pasado y encuentran al poeta como única posibilidad. Sueña una vez. Sueña dos veces. Conoce a su novia y la corteja en un zoológico con más de trece monos y unas jirafas. Sigue la pista de los sospechosos del complot. Se convierte en sospechoso. Encuentra el aeropuerto.

Fotos: archivo de Trecemonos. La Costa Verde, Lima-Perú, diciembre de 201o.

1 comentario:

  1. ...para heroes y antiheroes que transitan la Costa Verde... imagenes y poetica surrealista y de ficcion para cada uno de nosotros...Bacan Augusto!

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