viernes, 4 de marzo de 2011

El loco Moncada: el abismo

"En la primera esquina de la plaza del mercado, de la Modelo, la principal del puerto, cerca a los puestos de ropa, de verduras y mil chucherías que cubrían más de la mitad de la calle, Moncada sentó la cruz que llevaba al hombro. El taco pesado del madero vertical la mantuvo bien puesta. Moncada llevaba en la mano izquierda un trapo rojo (...) Moncada se arrodilló al pie de la cruz, se alzó despacio, sacudió el trapo rojo y, levantando el otro brazo empezó  a predicar. A esa hora, de gran compra, solo unos pocos le prestaron atención. Yo soy el torero de Dios, soy médico de su cariño, no del cariño falso de las autoridades, de la humanidad también. ¡Miren! Gritó con fuerza y empezó a torear junto a la cruz."


Moncada era un estibador que, aunque trabajaba todos los días en este oficio, enloquecía los fines de semana. Impresionó a más de un niño en el mercado de Chimbote y hay historias que así lo cuentan. Incluso tengo un amigo que me contó que existe, también, algún testimonio fiable de la entrevista que en varias sesiones, como antropólogo, José María Arguedas le hizo  a Moncada. Un recuerdo que ha marcado su vida. En la fotografía se le observa con un madero, el mismo que parece ser evocado en la cita con que comienza este texto. La voz, el cuerpo y el gesto del loco Moncada establecen un material que resume un conjunto potente de situaciones. La voz comunica palabras que se juntan como en un collage: dice que es el "torero de Dios" pero también "médico de su cariño". El cuerpo usa un trapo rojo y un madero para desplazarse en el contexto del mercado y, mediante el gesto apropiado, convencer a los pocos parroquianos que le prestan atención.     


La voz, el cuerpo y el gesto definen una constelación que apunta a algo más que lo puramente "teatral". Llamo a dicha constelación "performance" en la medida en que, en tanto forma estética, resulta capaz de moverse en un límite impreciso. ¿Cuál límite? Aquel que puede colocarse entre algo que se entiende como "representación" y algo que no lo es. Así, una representación de lo que hace un torero es diferente a lo que efectivamente hace dicho torero, aunque las mejores representaciones puedan confundirnos un poco. Por ejemplo, es más fácil decir (aunque nos cause rechazo), que la representación de un cadáver puede producir, si está bien lograda, cierto placer estético, mientras que estar frente al cadáver mismo dificilmente lo haría.  


El loco Moncada encarna una tradición de cómo se ha desarrollado la "performance" en el Perú. En el límite, su insólita existencia apunta hacia una suerte de protesta, de acción que ofrece algún tipo de verdad a los ciudadanos de Chimbote. Y, al mismo tiempo, es un personaje en la última novela de José María Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo. En otras palabras, tiene una doble existencia: Moncada es importante en el contexto de la ciudad de Chimbote, al norte de Lima y durante la década de 1960; pero también en las representaciones narrativas de una novela. Un amigo, profesor de literatura en el posgrado de la universidad, me pregunta, sin rodeos, si acaso creo que Moncada tenía conciencia acerca de la naturaleza "performática" de sus acciones.


No importa si la tenía o no, respondo. Lo que realmente importa es la conciencia que tenía Arguedas como narrador en el momento de tomar prestado a Moncada del Chimbote de la década de 1960. Un contexto de modernización en el que la fábrica y nuevos vínculos sociales ejercen presión sobre las maneras de ser más tradicionales. De tomarlo prestado de dicho ámbito para convertirlo en un "personaje". De extraerlo del contexto histórico para trasladarlo a un contexto de representación. Moncada es un personaje de la narrativa de Arguedas, tanto como Arguedas mismo resulta protagonista de la Historia del Perú. Entre el Moncada personaje y aquél que Arguedas, como antropólogo, documentó en su trabajo de campo hay un abismo. 


La pregunta es aquí ¿de qué tipo de abismo se trata? Con razón varios intérpretes han enfatizado el hecho de que El zorro...es una novela que transgrede la recomendación del análisis estructural de diferenciar entre el narrador y el autor, haciendo que dicha recomendación luzca como trivial y poco pertinente. El gesto de Arguedas de tomar algo, tal cual, para trasladarlo a un contexto distinto de sentido es una estrategia de vanguardia. Es esta transgresión la que resulta, si se quiere, una curiosa glosa, un comentario, al vínculo entre literatura e historia. "La poesía es más filosófica que la historia", dice la sentencia clásica. Y esto, dicen los filósofos, porque la poesía está referida a lo universal mientras que la historia a lo particular. 


Habría que disculpar la vaguedad aparente de este enunciado filosófico y traducirlo a una concepción más específica. En esta concepción la poesía (y por extensión la novela), a diferencia de la historia, plantea un grado de necesidad estética. Esta necesidad se despliega en el contenido de lo que cuenta: una buena "historia" a partir de acciones convincentes de sus personajes, de las vicisitudes y de los conflictos que ellos experimentan. Así mismo dicha necesidad estética exige una articulación del contenido a través de un medio expresivo que ostente un uso maestro del estilo. [Fíjense bien en qué sentido dicha "historia" contada es totalmente distinta a la historia acontecida: aparentemente hay un abismo que separa a ambas]. Arguedas transgrede esta concepción de la literatura que, atravesando el clasicismo, se instaló en la poética moderna. Y esto porque para él la historia no está referida solo a lo particular del acontecimiento fortuito. Por el contrario, el grado de necesidad de lo histórico (diferente a las reglas de la representación literaria y de su estética que la acompaña) se convierte en su material más querido. 


Es este material el que obedece, acaso, a una estética de lo "real" poco discutida entre nosotros en los ambientes de la crítica literaria y de las ciencias sociales. Así, cuando la obra de Arguedas (en la mesa acerca de la novela Todas las sangres realizada en Lima, 1965, en el Instituto de Estudios Peruanos) fue sometida a la crítica tanto de humanistas como de sociólogos, la pregunta que desató una tormenta fue: ¿En qué sentido una novela (o parte de ella) puede ser vista como documento cultural? Los críticos le dicen a Arguedas que en su novela hay un grueso esquematismo en la comprensión del mundo capitalista y del mundo feudal. Uno de ellos lo resume así: "Entonces encuentro una contradicción, porque encuentro dos concepciones del mundo, y veo que sociológicamente la novela no sirve como documento, salvo que se establezca muy minuciosamente, muy prolijamente, la línea de separación de estos dos mundos, cosa que creo es una tarea imposible de realizar". Sin entrar en los detalles de la confusión, lo que resulta clave, en cualquier caso, es la orientación hacia lo "real" que guía el trabajo literario de Arguedas. En El zorro...dicha orientación alcanza una estética de vanguardia que convierte a la información recogida por el trabajo de campo del antropólogo en las huellas de una memoria local. 


Los detalles de lo acontecido en Chimbote (de los que se apropia Arguedas) van al encuentro de un conjunto potente de alegorías. La necesidad de dicha estética señala hacia la constitución de lo histórico. Aún no hemos estudiado de manera suficiente, entre nosotros, la naturaleza de esta necesidad. Alejada de las convenciones de las representaciones literarias y distinta, aparentemente, de la necesidad del rigor de las ciencias sociales, esta nueva necesidad estética deja libre un espacio conceptual. Uno que ya está listo, sin embargo, para una aproximación a lo "performático". Las performances del loco Moncada son figuras de la precariedad desde donde se sostiene un discurso que, al menos en sus formas más externas, se opone a la energía de los poderosos. Cabría preguntarse hasta qué punto las, en apariencia, quejas de Moncada no encubren una posición del antropólogo Arguedas por establecer una crítica a los íconos de una ideología del sojuzgamiento. 

Una donación así, sin embargo, puede ser bloqueada por formas de colonialismo insospechadas. Formas que anidan, por ejemplo, de manera imperceptible en los árboles frondosos del sistema internacional del arte, produciendo una separación infinita, un abismo de incomprensiones y de dudas. Una ambigüedad que carga cualquier acto con una doble y enigmática existencia. La tradición performática "local" se instala en el espacio de sentido dejado por esta ambigüedad. De un lado, la consistencia histórica y política de la "performance", en cuyo núcleo la afirmación de ciudadanía (empowerment /"empoderamiento") califica las acciones como un derecho inalienable. De otro lado, las consideraciones del mainstream que exige un aparato conceptual y otra serie de elementos de carácter aparentemente estético para calificarlas como "arte" museable. Así, la crítica a las ideologías que refuerzan distintas formas de colonialismo estético encuentran el límite de una incompetencia involuntaria: el abismo, difícilmente recorrido, es aún una herida abierta.  


Fotografía de Carlos Corcuera, tomada del libro de Pablo Macera, Visión histórica del Perú, Lima, Editorial Milla Barthes, p.241.
La cita, está tomada de la novela de José María Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo. Lima, Editorial Horizonte, 1988, p.51

6 comentarios:

  1. No me queda clara la relación entre la performance de Moncada y la de las performances de los artistas locales.
    Por otro lado, no se dice mucho ni del rollo de Moncada ni en qué consistía éste.
    Andrés Piñeiro.

    ResponderEliminar
  2. Andrés:
    Al inicio del texto hago una cita de JM Arguedas que relata una puesta en escena del loco Moncada. Con eso es suficiente, para un post de un blog. Si quieres saber más de lo que el loco Moncada hacía en el mercado Modelo de Chimbote, puedes leer otro post, "Crítica de los íconos" que está también en Trecemonos. Hacía un montón de cosas y Arguedas lo cuenta.

    El vínculo de esto con las performances de los artistas locales no ha sido desarrollada. Lo haré en otro post. De todas maneras hago la afirmación porque creo que puede ser entendida como concepto.

    Pero ya que tu pregunta es directa, te daré una pista. El vínculo es el siguiente: desde mediados de la década de 1990, como parte de la lucha contra la dictadura de Fujimori, hubo mucha gente que salió a la calle a enarbolar la protesta ciudadana. Junto con ello surgieron varias protestas que de manera individual y también colectiva realizaron "acciones". Los nombres de estos proyectos ocupan una lista larga y haré un post especial (algunas de estas performances se encuentran en youtube). Pues bien, las acciones de estos individuos o colectivos califican como performances en un sentido de protesta política y ciudadana (esto resulta evidente); pero no necesariamente como performances en un sentido estético-artístico (es decir, en un sentido que las vincule al sistema del arte).

    Esto quedó claro, cuando hace unos tres o cuatro años Emilio Tarazona, al hacer una convocatoria para una festival de performances, se dio a sí mismo el papel de escoger lo que a su criterio de curador de arte contemporáneo le parecía más interesante.(Un papel que la institucionalidad del arte legitima).

    Lo que quiero decirte es que algunos performeros locales hacen acciones que favorecen el "empoderamiento" y la toma de conciencia ciudadana pero no calificarían para una bienal de arte contemporáneo (¿acaso importa?), mientras hay performeros locales cuyas acciones calificarían para exposiciones de arte pero no favorecen la toma de conciencia ciudadana.

    Las performaces del loco Moncada se mueven en esa permanente ambigüedad. Pueden ser leídas como acontecimiento histórico que favorece la toma de conciencia ciudadana pero también como la elaboración arguediana de una voz subalterna (precisamente, en El Zorro de Arriba y El Zorro de Abajo).

    un abrazo
    Augusto

    ResponderEliminar
  3. Augusto, me parece sumamente interesante, proponer al Loco Moncada como el performer pionero a nivel local. Performer salido de la marginalidad que arremete, con sus "discursos", hacia las buenas maneras de lo establecido institucionalmente. Solo por ello, se le podría llamar vanguardista. Generalmente las acciones o performances son de corta duración, y se realizan en tiempos claves, vale decir, en aquellos horarios donde hay mucha gente. Así logran generar un fuerte impacto en los espectadores. También hay otras performances que pueden durar horas, e incluso días. En el caso del Loco Moncada, sus acciones parecen ser de corta duración, pero sostenidas en el tiempo -cada semana-. Las realizaba en una hora de gran afluencia de público en el mercado. No ha sido, entonces, gratuito, que Arguedas lo haya escogido como uno de sus personajes.

    ResponderEliminar
  4. No se quien esta mas loco si moncada o 13 monos, moncada hera un orate, no es primero que habla en las calles ni sera el ultimo , pero mas tonto es que escucha a un loco, moncada perdonalos por usar tu nombre y sacar provecho

    ResponderEliminar
  5. Jorge Bust, no entiendo bien su agresividad. Pero el punto aquí es que quien se fijo primero en Moncada fue el amauta y excelente novelista José maría Arguedas (n.1911-1969) a mitad de la década de 1960. De manera que nuestro interés está filtrado por dicho interés previo. En el contexto de la última novela de Arguedas, titulada El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo, a Moncada le toca jugar un papel destacado. Y acerca de esto, es decir, de cómo dicho rol señala hasta hoy ciertos horizontes de sentido respecto de la "performance" como género estético y de la política como práctica diaria, trata todo este asunto. Espero que mi respuesta le sirva Jorge. Un saludo desde Lima-Perú.

    ResponderEliminar
  6. Jorge Bust, no entiendo bien su agresividad. Pero el punto aquí es que quien se fijo primero en Moncada fue el amauta y excelente novelista José maría Arguedas (n.1911-1969) a mitad de la década de 1960. De manera que nuestro interés está filtrado por dicho interés previo. En el contexto de la última novela de Arguedas, titulada El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo, a Moncada le toca jugar un papel destacado. Y acerca de esto, es decir, de cómo dicho rol señala hasta hoy ciertos horizontes de sentido respecto de la "performance" como género estético y de la política como práctica diaria, trata todo este asunto. Espero que mi respuesta le sirva Jorge. Un saludo desde Lima-Perú.

    ResponderEliminar